Estoy viva, estoy bien (dentro de lo que cabe) y llevo sin actualizar el blog desde no sé cuando porque no tengo tiempo y cuando lo tengo no sé de que escribir o me invade la vagueza, esa sensación a la que me dediqué hoy y que, si me descuido, me hace pasar la noche en otra región. Soy un culo inquieto, lo que no significa que me mueva mucho, porque eso como que no, pero necesito hacer cosas. Cuando estuve con el esguince escojoncié el pie por culpa, precisamente, de no poder estarme quieta. Aún así necesitaba no hacer nada durante un día entero y hoy ha sido el día elegido. Esto de madrugar y hacer de niñera no va conmigo, me desquicia y ando cansada a todas las horas del día y precisaría, como mínimo, un fin de semana de esparcimiento para recuperar, pero como no lo tengo esta noche cogí el teléfono y por poco acabo en Madrid.
El coche, concretamente el mío, por supuesto, es como un pequeño refugio. Es cierto que cuando me encuentro con algún capullo al volante me irrito como cualquier hijo de vecino, pero es el espacio en el que más tranquila me siento. No hay nada como, después de tener la bronca del siglo, coger el coche y acabar en el faro de San Juan. La mayoría no conoceréis este sitio (si habéis visto Vicky, Cristina y Barcelona) lo ubican en Oviedo (sí, según Woody Allen la capi tiene puerto).
Volviendo al tema, que es ponerme al volante y calmarle. Soy capaz de pasarme tardes enteras conduciendo sin mucho sentido y algunas de las decisiones más importantes de los últimos años las he tomado en mi cochecín. Si es que es muy especial. Cuando me dieron los ataques de vértigo era el único sitio, contra todo pronóstico médico que decía que eso era una idea suicida, en el que podía estar sin que todo me diera vueltas. Los dolores de cabeza se me pasan una vez me siento en el coche y el pie parece que últimamente me duele menos subida al coche, igual porque enchufo la calefacción directamente a los pies.
No sé porque os acabo de soltar todo este rollo, porque supuestamente esta entrada era para decir ques seguía viva y que mi portátil también. Prometo en los próximos días contaros algo más interesante, o al menos lo intentaré, y no tanto rollo mental. Consecuencias cumpleañera,s más tarde o más temprano, pero siempre vienen.
El coche, concretamente el mío, por supuesto, es como un pequeño refugio. Es cierto que cuando me encuentro con algún capullo al volante me irrito como cualquier hijo de vecino, pero es el espacio en el que más tranquila me siento. No hay nada como, después de tener la bronca del siglo, coger el coche y acabar en el faro de San Juan. La mayoría no conoceréis este sitio (si habéis visto Vicky, Cristina y Barcelona) lo ubican en Oviedo (sí, según Woody Allen la capi tiene puerto).
Volviendo al tema, que es ponerme al volante y calmarle. Soy capaz de pasarme tardes enteras conduciendo sin mucho sentido y algunas de las decisiones más importantes de los últimos años las he tomado en mi cochecín. Si es que es muy especial. Cuando me dieron los ataques de vértigo era el único sitio, contra todo pronóstico médico que decía que eso era una idea suicida, en el que podía estar sin que todo me diera vueltas. Los dolores de cabeza se me pasan una vez me siento en el coche y el pie parece que últimamente me duele menos subida al coche, igual porque enchufo la calefacción directamente a los pies.
No sé porque os acabo de soltar todo este rollo, porque supuestamente esta entrada era para decir ques seguía viva y que mi portátil también. Prometo en los próximos días contaros algo más interesante, o al menos lo intentaré, y no tanto rollo mental. Consecuencias cumpleañera,s más tarde o más temprano, pero siempre vienen.
1 comentario:
Ahhhhhhhhhhhh, respiro aliviado... La verdad es que después de haber leído lo del coche es un orgullo sabeer que alguna vez me llevaste en él, invitado en tu paraíso particular.
Incluso esperando a Brad Pitt, el faro de San Juan es un lugar mágico y fascinante. La próxima vez vaya me fijaré más en los coches, no vaya a ser que coincidamos.
Publicar un comentario