sábado, 27 de febrero de 2010

Que raras somos las mujeres, a veces...

Teniendo en cuenta que la maldita 'borrasca exprés' me ha obligado a quedarme en casa, tengo un aburrimiento atroz de estar encerrada entre estas cuatro paredes y haber tenido que renunciar a mi tarde compras y que no puedo pensar en determinadas cosas hasta hace un par de días me he dedicado a analizar otras cosas. Es el caso de los libros sobre parejas. He llegado a la conclusión de que son muy fáciles de escribir, en los últimos dos días se me han ocurrido un par de capítulos de golpe, estando en la calle haciendo mis cosas.

El último fue ayer de noche, cuando estaba en un burguer a que me dieran la cena para llevar a casa. Estaba allí de pie, como una estatua mandando sms con el móvil. De repente llegó un chico que fue conmigo al cole, creo que nos conocemos desde los cinco años. Antes hablábamos bastante,íbamos en el mismo grupo, pero desde hace unos años nuestra relación se ha limitado a saludarnos cuando nos cruzamos por la calle (una vez cada varios meses).

El entraba con su novia, una chica que es algo más joven que nosotros (creo) y que he debido ver otras dos veces, aunque ni siquiera recuerdo su cara y nadie me la ha presentado. Los vi entrar en el local, juntos, pero con varios centímetros de distancia entre ellos. Vamos, como cuando yo voy con mi hermano por la calle. Al llegar a mi altura mi compi de escuela y yo no saludamos con un hola y una sonrisa, vamos lo habitual.

En ese momento la novia desconocida se dio cuenta de mi presencia y, como dirían los documentales de La 2: 'la leona en celo se acercó a su macho y lo rodeó para marcar su terreno'. Sí, no es coña, es tal como lo digo. Pasó de estar sentada en una silla, a medio metro, a levantarse, dar una vuelta entorno a su churri y lo agarró por la cintura para, acto seguido, meterle un morreo de no te menees.

Yo, que soy una cotilla experta, todo esto lo vi por el rabillo del ojo, porque seguía con mi móvil. Al rato me dieron mi pedido y, para irme, me despedí de mi amigo con un hasta luego y otra sonrisa. Para entonces ella ya estaba sentada sobre el y lo achuchaba. Es sorprendente lo psicóticas e inseguras que podemos llegar a ser las mujeres. ¿Os imagináis a un tío actuando de la misma manera?

1 comentario:

ArchipielagoAvilés dijo...

¿Y si el relato del narrador es otro? Tipo: "La loba cornuda...