El otro día comprobé como era cierto lo que decían algunas blogueras de que los stands de Essence están arrasados. Os cuento...
Desde hace meses (vamos, desde que empecé a leer sobre Essence) la marca me llamaba mucho la atención. No sólo tiene cosas con muy buena pinta, sino que sus precios son competitivos, vamos una especie de Mercadona pero sólo de cosmética.
Así que después de enterarme que había una droguería en mi ciudad que los vendía, semanas más tarde, aprovechando un hueco un tanto raro que tuve me pasé por allí. Jamás había entrado en esa droguería, así que fui a la aventura. Además, eran las tres de la tarde y no había nadie, sólo la dependienta que estaba fregando casi a oscuras y se me quedó con cara rara.
Entro yo toda decidida, como si lo hiciera todos los días y primero miré un stand de Bourjois que estaba arrasado, pero ponía que tenía descuentos del 25%, así que lo achaqué a eso. Mientras tanto, buscaba disimuladamente el de Essence y lo encontré.
Cuando llegué vamos, menudo plofff que me dio. Aquello tenía peor pinta que si dejas un stand lleno de chuches a la puerta de un colegio cinco minutos antes de la salida. Había un cartel anunciando la línea de Eclipse.
No quedaba nada, solo cuatro paquetitos para mezclar esmalte con unos colores muy feos. Precisamente lo que no viene en esa foto ni en las muchas que he visto últimamente. Ni los esmaltes bonitos ni las sombras, nada. Sólo papeles de publicidad.
Ante el chasco inicial sigo mirando el stand y como mi perdición últimamente son los esmaltes puse el radar, porque sólo encontraba top coat a los que no les encontraba la gracia. Al final, por arriba, casi escondidos detrás del cartón encontré media docena (literal) de esmaltes en los colores más estridentes que os podáis imaginar.
No había ni por donde cogerlos. Otro chasco. Vuelvo a mirar hacia abajo y barras de labios ni había, algún gloss y lápices de ojos y, sobre todo, muchos perfiladores de labios. Ni coloretes, ni polvos sueltos, unas pocas máscaras de pestañas (pero que no necesito). Y como no uso ni perfiladores ni lápices de ojos, me tuve que consolar con un gloss. No es que me emocione mucho (ni lo más mínimo) pero es que algo había que traerse. Para aprovechar el viaje, y que no se diga, le traje a mi madre un kit de cejas, pero claro, no es lo mismo.
A ver si me paso pronto por Beautik y puede arrasar un poco, porque menuda decepción la del otro día.